Deja de ser borde en el gimnasio. No te hace más fuerte

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El entrenamiento es una parte fundamental del día de muchas personas. Algunos de nosotros amamos entrenar, e incluso lo llevamos a otro nivel compitiendo a diferentes niveles. Atención y concentración forman parte de nuestra rutina diaria; y si hablamos de entrenar pierna, aún nos centramos más. Es lícito, es comprensible; pero ese foco no implica automáticamente estar enfadado con el mundo (Figura 1).

atencion y concentracion son necesarios para un buen entrenamiento
Figura 1. Atención y concentración son necesarios para un buen entrenamiento, pero alcanzar y mantener ese foco no tiene que implicar automáticamente estar enfadado con el mundo.

Y es que seguro que todos conocemos a más de uno que llega al gimnasio dispuesto a darlo todo y ya desde que entra por la puerta tiene esa mirada enfurecida, el ceño fruncido y el paso decidido que lo sitúa dentro de un aura de cierta oscuridad e intimidación en el que ningún otro ser humano puede penetrar. Puede incluso que tú que estás leyendo seas o hayas sido uno de ellos. Si eres de los primeros, abre tu mente un momento y sumérgete en lo que te vamos a contar porque lo agradecerás; y si eres de los segundos, también te sentirás identificado con lo que viene. Enhorabuena por haber salido de ahí.

Esta actitud, no poco frecuente, en realidad puede estar mermando tu rendimiento. Quizás no sabes – o tal vez sí y haces oídos sordos – que a los seres humanos, por muy aislados que queramos estar y por poco que nos guste la gente, nos circunscribe una naturaleza social [1-4], y que, según la jerarquía de necesidades de Maslow [5] (Figura 2), es importante satisfacer todas ellas, no a expensas de otras necesidades.

El fin último es la autorrealización, esa necesidad de crecimiento personal y de esforzarnos por alcanzar nuestro máximo potencial. Curiosamente, cuando perseguimos objetivos muy ambiciosos de rendimiento o composición corporal, podemos terminar privándonos de algunas necesidades muy básicas, como nuestras relaciones cercanas, la vida social, la comida (obviamente) o la vida sexual; y todo esto acaba mermando nuestra salud general.

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Figura 2. Jerarquía de necesidades de Maslow [5].

El trasfondo del / de la borde del gimnasio

Es bastante probable que detrás de esa actitud intimidante, la persona que se muestra así esconda algún tipo de inseguridad o no aceptación.

Cuando hemos cometido algún error, solemos enfadarnos con nosotros mismos; pero, cuando cometemos un error que no conseguimos aceptar, porque aceptarlo sería como echar por tierra la buena imagen que tenemos de nosotros mismos, podemos llegar a sufrir un enfado crónico. Por lo tanto y en ese caso, será mejor que lo aceptes y te perdones por él.

Otras veces, el enfado crónico está escondiendo emociones como la vulnerabilidad que siente fuera del gimnasio: sufrimiento, tristeza o miedo, por ejemplo. Estas emociones, sin duda pueden hacernos sentir más frágiles, con lo que, hay personas que las esconden detrás del enfado, para sentirse más protegidas.

Y, por supuesto, otra opción es el haber desarrollado una imagen aproximada de cómo debemos ser, o de cómo queremos ser, y estar permanentemente en la lucha por conseguirlo, pero nunca alcanzando ese ideal. Si esto ocurre, y actuamos con nosotros mismos como jueces implacables, nos vamos a sentir muy insatisfechos y ese enfado lo reflejaremos hacia los demás, cuando en realidad estaría dirigido hacia ti mismo.

Sea por lo que sea, esto se puede – y se debería – solucionar.

Si conoces a alguien que pueda estar en alguna de estas situaciones, te animamos a ser su foco de luz (Figura 3). Sé esa persona que pueda hacerle entender que mostrarse así con el mundo no le hace ningún bien. Seguramente tengas rechazo a intentar hablar con él o ella, pero si vas con buena fe e insistes educadamente, hay muchas posibilidades de que la persona en cuestión acabe respondiendo bien. Para ello:

  • Pregúntale qué es lo que le ha molestado. Con esta pregunta, sí que estás demostrando interés por comprenderle, mucho más que si le dices que se calme. Le estás dando la opción de desahogarse y explicarte qué es lo que le ha molestado.
  • Escúchale de manera activa. De manera activa quiere decir que, con tu actitud, esa persona no tenga dudas de que le estás escuchando. Déjale que termine de hablar, mírale mientras está hablando. Asiente con la cabeza cuando sea necesario, no mires a otros sitios y mucho menos al móvil.
  • Expresa tu comprensión y agradece su sinceridad. Por una parte, exprésale tu comprensión acerca del sentimiento que tiene en ese momento. Por la otra, dale las gracias por haberse expresado.
  • Si no hay nada en concreto que le haya molestado, empatiza y anímale a socializar entre series. Por último, si ves que en realidad no hay nada concreto que le moleste y solo quiere ir a su bola entrenando, intenta tener empatía con respecto a su entrenamiento. Es probable que se lo tome muy en serio y tú lo comprendas. Pregúntale por su rutina, lo que le toca entrenar en ese día… que la conversación vaya fluyendo; y acércate entre algunas series para continuar la conversación.

Esto le puede dar alas para que, a medio plazo, acabe socializando con otras personas en el gimnasio.

la empatia en los entrenamiento del gimnasio
Figura 3. Sé foco de luz para esas personas que se muestran enfadadas con el resto. Poco a poco, intenta hacerle entender que, precisamente, mostrarse así con el mundo no le hace ningún bien. Ten empatía con él / ella, pregúntale por su rutina, lo que le toca entrenar en ese día… que la conversación vaya fluyendo; y acércate entre algunas series para continuar la conversación.

Los lazos sociales en la salud

Sabemos que en la promoción de la salud hay tres claras vertientes que no dejan de bombardearnos a diario: realizar ejercicio físico de manera regular, llevar una alimentación saludable y dormir al menos 7 horas, de las cuales la mayoría tienen que ser de calidad. Estos hábitos son claramente potenciadores del estado óptimo de salud, pero es también común que en ese ciclo vicioso del estado de salud óptimo, con motivo de la vida ajetreada, el trabajo y la gran cantidad de tiempo que se dedica a redes sociales e interacciones virtuales, perdamos el contexto social que circunscribe la naturaleza del ser humano.

Así las cosas, es cada vez más habitual encontrar personas que interactúan físicamente muy poco, únicamente lo necesario para su supervivencia, con otras personas. Absorbidos por ese ciclo al que acabamos de hacer referencia que bien podría ejemplarizarse en dormir – comer – trabajar / estudiar – comer – entrenar – comer – dormir, pierden diariamente muchas oportunidades de hacer su vida más saludable y feliz limitando la interacción con los demás.

El papel de las relaciones sociales en la propia salud es un área de investigación fascinante. Pero, al igual que la salud mental, realmente no ha atraído la atención de muchos cuando se trata de considerar el bienestar general. Desde este punto vamos a iniciar una breve inmersión en la salud social, destacando cómo se relaciona con nuestro bienestar físico y mental.

«Las relaciones sociales, o la relativa falta de ellas, constituyen un factor de riesgo importante para la salud, rivalizando con el efecto de factores de riesgo de salud bien establecidos, como el tabaquismo, la presión arterial, los lípidos en sangre, la obesidad y la actividad física.»

Según Holt-Lunstand et al., investigadores de la Universidad de Utah, en Estados Unidos, hay dos modelos principales que analizan cómo los factores sociales interactúan con la salud y el bienestar [6]:

  1. Modelo de amortiguación del estrés: esta hipótesis sugiere que las relaciones sociales que mantenemos nos proporcionan recursos que nos permiten afrontar mejor los estresores agudos o crónicos. Estos recursos pueden ser informativos, emocionales o tangibles. La idea aquí es que estos lazos y recursos sociales crean una zona de amortiguación entre usted y otros factores estresantes potencialmente desadaptativos.
  2. Modelo de efectos principales: este paradigma propone que las relaciones sociales tienen una influencia más directa en los efectos sobre la salud a través de medios cognitivos, emocionales, conductuales y biológicos, incluso si los recursos proporcionados no están destinados a ayudarnos explícitamente.

Un ejemplo utilizado en el documento de revisión sistemática es que las relaciones sociales pueden modelar directa o indirectamente comportamientos saludables, por ejemplo, si eres parte de un grupo que se toma en serio la salud física, es muy probable que cumplas con esa norma social específica y, por lo tanto, participes en una actividad que sea beneficioso para su salud física.

Atendiendo a estos dos modelos, que no necesariamente son excluyentes entre sí, sino que más bien se potencian el uno al otro, es cierto que puede resultar un poco confuso determinar qué constituye exactamente lo que pudiéramos entender como salud social. En otras palabras ¿cómo podemos medir exactamente las conexiones sociales? Parece que hay dos medidas principales.

En primer lugar, el apoyo social. La disponibilidad real o percibida de recursos sociales [7]. Los recursos reales son las interacciones sociales que pretenden ser de apoyo; mientras que los percibidos son las creencias y percepciones de la disponibilidad de apoyo sostenidas por uno mismo, en las que por supuesto intervienen nuestros sesgos aprendidos de las diversas experiencias que hemos vivido.

La segunda de las medidas es la integración social, lo que representa el aspecto estructural de las relaciones sociales y la amplia gama de relaciones en las que uno participaría [8].

Podemos simplificar la salud social en términos generales como la suma del apoyo que recibimos y la cantidad y calidad de las relaciones que mantenemos.

De estas dos medidas, aunque es muy probable que no sean conocidas por la mayoría de los lectores, se han escrito gran cantidad de libros a partir de ideas y multitud de investigaciones. Una de ellas especialmente relevante es una revisión de Uchino (2006) [9], en las que el autor pudo observar que  el apoyo social estaba vinculado con aspectos físicos de la salud, lo que influía en los sistemas cardiovascular, neuroendocrino e inmunológico. Uchino analizó cómo el apoyo social puede hacerlo al influir en dos vías distintas, pero no necesariamente independientes una de la otra (Figura 4).

interrelacion apoyo social con aspectos fisicos de la salud
Figura 4. Interrelación del apoyo social  con aspectos físicos de la salud, lo que influía en los sistemas cardiovascular, neuroendocrino e inmunológico [9].

La primera es a través de procesos conductuales, donde las normas sociales pueden facilitar las acciones. Esto puede resultar en acciones positivas o negativas. La segunda es a través de procesos psicológicos, que se relaciona con valoraciones, emociones, estados de ánimo y sentimientos de control. Ambas dos no son independientes, es decir, que conviven en la realidad de cada uno, como puede influir el alto estrés de manera directa en la práctica de comportamientos saludables y, a la inversa, cómo cosas como la actividad física pueden influir en los niveles de estrés.

Si bien el diagrama anterior (Figura 4) es muy simple y amplio, proporciona una idea muy ilustrativa de cómo los brazos bio, psico y social de la salud se relacionan entre sí.

Da a tus relaciones sociales el valor que se merecen

Uno de los artículos más citados en el ámbito de la salud social es el de Holt-Lunstad et al (2010) [6]. Llevaron a cabo una revisión de 148 artículos, con un total de 308.849 participantes, para ver la relación de los factores sociales sobre el riesgo de muerte. Lo que encontraron fue que el riesgo de mortalidad era en realidad comparable a otros factores de riesgo bien establecidos como el tabaquismo y el consumo de alcohol. En promedio, hubo un 50% más de probabilidad de supervivencia en función de relaciones sociales más fuertes. Incluso parecían tener una influencia aún mayor en la salud en comparación con factores de riesgo como la inactividad física y la obesidad.

Lo que también vemos es que la gente subestima en gran medida la importancia y la influencia de los factores sociales en la salud y la mortalidad, lo cual no es demasiado sorprendente. Haslam et al. (2018) [10] realizaron una encuesta online con 502 participantes y encontraron que las personas podían estimar con precisión el impacto de los comportamientos de salud más populares en la mortalidad. Lo que también encontraron fue que las personas tenían una tendencia a subestimar drásticamente la importancia de los factores sociales con la mortalidad. Aquí no hay sorpresas. Incluso con los factores sociales que se encuentran entre los principales predictores de los resultados de salud, todavía se clasifican como los más bajos.

Mantener pocas relaciones sociales y además de baja calidad aumentan el riesgo de mortalidad, tanto por factores psicológicos como realmente físicos (por ausencia de influencias conductuales positivas), hasta el punto de ser comparable a otros factores de riesgo bien establecidos como el tabaquismo y el consumo de alcohol. No hay que subestimar el bien y la necesidad de interactuar con personas, especialmente en relaciones positivas.

Estos autores utilizaron las cifras de clasificación para el estudio de Holt-Lunstad y las compararon con las clasificaciones percibidas que se encontraron en la encuesta online. Se puede ver en la Figura 5 la gran diferencia en los rangos de Real vs Percibido cuando se trata de los principales factores de riesgo:

importancia real vs percibida de los factores de riesgo sociales y conductuales
Figura 5. Importancia real vs percibida de los factores de riesgo sociales y conductuales para la mortalidad [10].

Resumen y conclusiones

Es bastante común que muchas personas muestren una actitud intimidante, enfadada y poco amigable en el gimnasio, algo que probablemente esconda algún tipo de inseguridad o no aceptación.

Estas personas no deben confundir la concentración, atención, foco, esfuerzo o intensidad aplicada en cada serie con la marginación social y el cabreo con los de su alrededor. De hecho, esto puede ser muy contraproducente para la salud y el propio rendimiento.

Los factores sociales tienen una influencia similar o incluso mayor en el riesgo de mortalidad en comparación con otros factores de riesgo importantes en los que comúnmente pensamos, como el tabaquismo, la ingesta de alcohol, la actividad física o la obesidad. Si bien la salud social se comprende mucho menos en comparación con otros factores de riesgo, las relaciones que uno tiene y el apoyo diario al que se tiene acceso pueden realmente marcar una diferencia en la salud y bienestar en general. Centrarse en otras áreas de la salud (o de la vida) y no tener en cuenta la importancia de los lazos de nuestras relaciones tiene algunas consecuencias negativas más que posibles en el corto, medio y largo plazo; mientras que centrarse en la construcción de relaciones sólidas proporciona algunos beneficios valiosos.

Si conoces a alguien que pueda estar en alguna de estas situaciones, te animamos a ser su foco de luz. Sé esa persona que pueda hacerle entender que mostrarse así con el mundo no le hace ningún bien. Seguramente tengas rechazo a intentar hablar con él o ella, pero si vas con buena fe e insistes educadamente, hay muchas posibilidades de que la persona en cuestión acabe respondiendo bien.

Para cuidar plenamente tu salud, cuida muy mucho tus relaciones sociales.

Bibliografía y referencias

  1. Beggan, J. K. (1992). On the social nature of nonsocial perception: The mere ownership effect. Journal of personality and social psychology62(2), 229.
  2. Cacioppo, J. T., & Patrick, W. (2008). Loneliness: Human nature and the need for social connection. WW Norton & Company.
  3. Marcos, A. (2010). Filosofía de la naturaleza humana. Eikasia. Revista de Filosofía6(35), 181-208.
  4. Schmitt, R. (2018). Beyond separateness: The social nature of human beings—their autonomy, knowledge, and power. Routledge.
  5. McLeod, S. (2007). Maslow’s hierarchy of needs. Simply psychology1(1-18).
  6. Holt-Lunstad, J., Smith, T. B., & Layton, J. B. (2010). Social relationships and mortality risk: a meta-analytic review. PLoS medicine7(7), e1000316.
  7. Gottlieb, B. H., & Bergen, A. E. (2010). Social support concepts and measures. Journal of psychosomatic research69(5), 511-520.
  8. Cohen, S., & Lemay, E. P. (2007). Why would social networks be linked to affect and health practices?. Health Psychology26(4), 410.
  9. Uchino, B. N. (2006). Social support and health: a review of physiological processes potentially underlying links to disease outcomes. Journal of behavioral medicine29(4), 377-387.
  10. Haslam, S. A., McMahon, C., Cruwys, T., Haslam, C., Jetten, J., & Steffens, N. K. (2018). Social cure, what social cure? The propensity to underestimate the importance of social factors for health. Social Science & Medicine198, 14-21.