Ansiedad competitiva. ¿Cómo manejarla?

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La competición implica que el deportista vea observado, juzgado y valorado todo el trabajo realizado a lo largo del año en unos pocos minutos, según criterios preestablecidos y a menudo de forma subjetiva. Además, es un ámbito en el que se suele sobrevalorar el resultado en detrimento de una buena actuación relativa a su progreso individual. Teniendo en cuenta esto, es lógico pensar que la competición puede ser percibida por los deportistas como una situación amenazante. Si a esto le sumamos casos en los que el número de competiciones por año sea bajo comparado con otros deportes donde se compita semanalmente, como fútbol o baloncesto, la baja exposición dificulta la habituación a esta ansiedad.

Por lo tanto, encontrar la mejor forma de solventar todas estas situaciones negativas, ligadas a respuestas de estrés y ansiedad, es fundamental para que estos deportistas puedan rendir al máximo de sus capacidades., y nosotros como entrenadores tenemos un papel relevante en ello.

Autoconfianza y locus de control. Efecto Pigmalión.

Una de las principales diferencias existentes entre deportistas de élite y novatos es la forma en la que ambos valoran sus capacidades, posibilidades y actuaciones. Los primeros poseen una mejor comprensión de su propia competencia y, por lo tanto, valoran sus actuaciones de forma más ajustada a la realidad [1]. Esto puede darnos una pista de la relevancia de estos conceptos en el desarrollo y rendimiento del deportista.

Tanto la sobrevaloración como la infravaloración de los logros y capacidades suponen una traba a la hora de mejorar dichos aspectos. Lo que incide negativa y directamente en la consecución de los objetivos asociados a estos. La infravaloración, por un lado, por estar asociada a una baja autoestima y baja autoconfianza, dando lugar a conductas evitativas que alejan al deportista de la excelencia (no atacar por miedo al fallo). La sobrevaloración por otra parte, se asocia a sobrejustificación de errores y a no hacerse 100% responsable de nuestras acciones, sino a atribuirlas a causas externas.

En este sentido, la autoconfianza es un factor clave en el rendimiento deportivo, pero también en la salud mental de las personas. La autoconfianza hace referencia a la confianza en uno mismo respecto a determinados atributos, tales como capacidad para levantar un determinado peso o finalizar una larga carrera, y toma de decisiones en momentos clave como pueda ser esa (pen)última repetición de una serie en la que te lanzas a realizar otra más (o no).

La autoconfianza alude también a ser percibida como una creencia positiva que consiste en la convicción de poder lograr lo que uno desea hacer en el futuro y tiene mucho que ver, por supuesto, con la experiencia.

Por ello, además de tener en cuenta factores de tipo fisiológico de nuestro cliente como metabolismo basal, composición corporal, plazos de tiempo, tipo de alimentación y entrenamiento… es primordial considerar aquellos factores de tipo individual y ambiental, pues no sólo van a constituir el contexto donde se desarrollará un determinado plan, sino que pueden resultar determinantes en su desempeño. Por ejemplo, una preparación podría llegar a arruinarse si no se adapta al estilo de vida del cliente, o si se encuentra en un entorno estresante, por muy bien diseñado que esté el plan nutricional y de entrenamiento.

Una de las herramientas a las que un entrenador puede recurrir es el análisis personal de Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades (análisis DAFO, Tabla 1), típicamente empleado en el mundo empresarial. El objetivo de esta herramienta es analizar desde una dimensión interna individual y una externa ambiental aquellos puntos positivos (fortalezas y oportunidades) y negativos (debilidades y amenazas) que caracterizan la situación actual del cliente; algo que, además y muy posiblemente, para muchos de ellos sea también novedoso y útil.

Respecto a la dimensión interna, lo que depende del deportista o cliente, las fortalezas son aquellos atributos positivos que posee el atleta y que pueden ser beneficiosos para su preparación, como por ejemplo, facilidad para aumentar masa muscular o fuerza de voluntad, mientras que las debilidades hacen referencia a sus puntos débiles, como falta de organización o baja autoestima. Por otro lado, en la dimensión externa, lo que se asocia al entorno, se encontrarán las oportunidades como beneficios que brinda el entorno (por ejemplo, flexibilidad de horarios o apoyo familiar) y, al contrario, las amenazas, que son las que pueden limitar nuestra adherencia o progreso, como inestabilidad laboral o no disponer de un gimnasio cerca.

Tabla de análisis personal DAFO
Tabla 1. Análisis personal de Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades (DAFO).

Como puede observarse, existen infinidad de factores a tener en cuenta: familia, trabajo, salud, ciudad, economía, hábitos, personalidad, experiencia, aspiraciones, genética…, hasta el más mínimo detalle puede influir, por lo que lo importante es centrarse en aquellos que el cliente considere relevantes para su día a día. De este modo, se construye una tabla de cuatro cuadrantes donde colocar visualmente cada dimensión con el fin de aprovechar las oportunidades, potenciar las fortalezas, combatir las debilidades y afrontar las amenazas.

Esta herramienta no sólo permite idear estrategias para obtener mejores resultados, sino que permite al preparador adaptar la preparación al atleta para crear una mayor adherencia y facilitar el desempeño, e induce al atleta a tomar mayor conciencia de sí mismo y de su entorno. Además, a través de esta técnica se distingue entre aquello que el atleta puede controlar y aquello que no, es decir, aprende a situar el locus de control.

1. Locus de control.

El locus de control es un término usado en psicología que se refiere a la percepción que tiene una persona sobre las causas de lo que pasa en su vida. Es la manera en que percibe una persona si el origen de su propio comportamiento es interno o externo a ella [2].

Dentro del ámbito del deporte, el locus de control y las atribuciones causales han sido variables ampliamente estudiadas y que dependen de los contextos y vivencias de cada individuo. Diversas investigaciones han demostrado que:

  • Las personas con locus de control interno (quienes piensan o asumen que lo que les ocurre es debido a su voluntad y trabajo) son, por lo general, mejores alumnos y deportistas, menos dependientes, se manejan mejor frente a situaciones potencialmente estresantes como puede ser una competición, presentan menos ansiedad y unas mejores relaciones sociales [3-5].
  • Los deportistas con un locus de control externo (aquellos que creen que su rendimiento depende en mayor medida de causas externas a ellos) presentan niveles de ansiedad y estrés mayores que los deportistas que poseen un locus de control interno [6,7]. No dejan que la parte de su rendimiento que depende plenamente de ellos sea suya.

Es lógico suponer entonces que los deportistas que tienden a percibir su rendimiento, bienestar y salud como una consecuencia de su propia conducta tenderán a mostrar unas pautas de adherencia a los programas más adecuadas, que aquellos que tienden a percibir una falta de control sobre dichas variables. Además, los deportistas con mayor locus de control interno tienen motivación por el aprendizaje y el dominio técnico además de por la propia competición, algo que no ocurre en quienes tienen mayor locus de control externo.

Si como entrenadores tratamos de potenciar su fortalezas y aprovechar las oportunidades que se nos plantean, orientaremos a nuestros cliente / deportista hacia un locus de control interno donde sus pensamientos le hagan saber que el éxito se puede alcanzar, que un fracaso puede enmendarse y que él es verdadero protagonista de sus resultados.

Para conseguirlo, es fundamental dejar de usar la suerte, buena o mala, como causante de lo que les sucede cuando realmente podrían haberlo hecho mejor. Por ejemplo, a una excusa tan recurrente como “¡Es que no tengo tiempo!”, verdaderamente se le puede atribuir un locus de control interno haciéndole ver que el tiempo no es causante de sus éxitos o fracasos, sino que depende de nosotros mismos querer sacar ese tiempo.

De igual forma, de cara a la ansiedad previa a una competición, conviene distinguir aquello que está en las manos del deportista, como su puesta en escena, en lugar de preocuparse del nivel de sus rivales o de los jueces.

El locus de control es un término usado en psicología que se refiere a la percepción que tiene una persona sobre las causas de lo que pasa en su vida. Es la manera en que percibe una persona si el origen de su propio comportamiento es interno o externo a ella. Si como entrenadores tratamos de potenciar su fortalezas y aprovechar las oportunidades que se nos plantean, orientaremos a nuestros cliente / deportista hacia un locus de control interno donde sus pensamientos le hagan saber que el éxito se puede alcanzar, que un fracaso pude enmendarse y que él es verdadero protagonista de sus resultados.

2. Efecto Pigmalión.

En estrecha relación con el locus de control externo, el efecto Pigmalión se entiende como un fenómeno psicológico por el cual las expectativas y creencias de un tercero acerca de algo o alguien conducen al resultado esperado (Figura 1) [8].

Imagen donde aparecen las diferencias entre el efecto Pigmalión y el efecto Golem
Figura 1. Efecto Pigmalión (positivo) o efecto Golem (negativo); nuestra labor como entrenador tiene una importancia crucial tanto en el desarrollo crítico y el aprendizaje de nuestro cliente o deportista, como, de manera directa, en su rendimiento.

En la sociedad, en las empresas, en tu propia casa… los individuos “superiores” tienen mayores facilidades para comunicar y hacer creer sus expectativas. Esto se debe al llamado efecto de acentuación social. Sobrevaloramos las capacidades de un tercero en base al rol que adopta. Un entrenador, un padre, un político, un jefe…de este modo, le juzgamos inconscientemente más inteligente, más capaz, más fuerte… lo que implica que se le puede estar dando mayor importancia relativa a las opiniones y creencias de sujetos de referencia (profesor, entrenador, jefe…) que a las creencias propias.

Nuestro comportamiento afecta a otras personas y éstas darán una respuesta ajustada a nuestra conducta hacia ellas. Si bien en muchos casos nuestras expectativas son positivas y pueden beneficiar a otros, no debemos olvidar que en otras ocasiones, al ser negativas pueden también condicionar la forma de comportarse de los demás y provocar, aunque de forma involuntaria, un daño en la autoestima de otras personas, que en muchas ocasiones son muy limitantes (efecto Golem, contrario al efecto Pigmalión).

Podemos imaginar, por tanto, que nuestra labor como entrenador tiene una importancia crucial tanto en el desarrollo crítico y el aprendizaje de nuestro cliente o deportista, como, de manera directa, en su rendimiento. Hacerle, primero, creer, y después, saber, que es capaz de alcanzar los objetivos realistas que se proponga va a resultar un apoyo clave en que termine ocurriendo.

Si somos entrenadores (incluso de nosotros mismos), nuestra labor tiene una importancia crucial tanto en el desarrollo crítico y el aprendizaje de nuestro cliente o deportista, como, de manera directa, en su rendimiento. Hacerle, primero, creer, y después, saber, que es capaz de alcanzar los objetivos realistas que se proponga va a resultar un apoyo clave en que termine ocurriendo (efecto Pigmalión).

Ansiedad competitiva. ¿Cómo manejarla?

La ansiedad es una reacción emocional ante la percepción o anticipación de un peligro o amenaza, que se manifiesta mediante respuestas agrupadas en tres sistemas: cognitivo o subjetivo (pensamientos intrusivos negativos), fisiológico o corporal (sudoración, palpitaciones, malestar estomacal) y motor (conductas repetitivas, hablar, moverse mucho) [9]. En el deporte, los estímulos amenazantes son todos aquellos que pueden afectar negativamente al rendimiento del deportista o poner en riesgo la integridad física y/o psicológica del mismo.

La competición implica que el deportista vea observado, juzgado y valorado todo el trabajo realizado a lo largo del año en unos pocos minutos, según criterios preestablecidos y a menudo de forma subjetiva. Además, es un ámbito en el que se suele sobrevalorar el resultado en detrimento de una buena actuación relativa a su progreso individual. Teniendo en cuenta esto, es lógico pensar que la competición puede ser percibida por los deportistas como una situación amenazante. Si a esto le sumamos casos en los que el número de competiciones por año sea bajo comparado con otros deportes donde se compita semanalmente, como fútbol o baloncesto, la baja exposición dificulta la habituación a esta ansiedad.

Por lo tanto, encontrar la mejor forma de solventar todas estas situaciones negativas, ligadas a respuestas de estrés y ansiedad, es fundamental para que estos deportistas puedan rendir al máximo de sus capacidades., y nosotros como entrenadores tenemos un papel relevante en ello.

Las formas de solventar estas situaciones son las llamadas estrategias de afrontamiento [10]. Dichas estrategias pueden agruparse en tres dimensiones (Tabla 2):

  1. Estrategias orientadas a la tarea, encaminadas a afrontar la tarea y a maximizar los recursos disponibles.
  2. Estrategias orientadas a la emoción, encaminadas a la gestión de las emociones desagradables que se producen en situaciones de estrés.
  3. Estrategias orientadas a la distracción, encaminadas a evitar el problema de forma activa o pasiva (desviar la atención, abstraerse, no entrenar, autosabotaje…).

Las posibilidades para conseguirlo son variadas teniendo en cuenta todas las herramientas de las que se dispone en psicología deportiva: mindfulness, música previa a la competición, estrategias de activación, autodiálogo, locus de control interno, efecto Pigmalión…, pero el objetivo final es potenciar la denominada autoeficacia.

Tabla con las estrategias de afrontamiento de la ansiedad competitiva
Tabla 2. Estrategias de afrontamiento de la ansiedad competitiva.

Bandura (1999) [11] definió la autoeficacia como la evaluación de un individuo de sus propias capacidades para organizar y ejecutar acciones específicas necesarias para lograr los objetivos deseados. La autoeficacia refleja la confianza de una persona en su propia capacidad para ejercer un control completo sobre los resultados de las metas establecidas previamente, a pesar de los eventos, dificultades u obstáculos que podrían interferir con el logro de la meta, y ha sido reconocida como un factor significativo en el contexto del deporte, específicamente en lo relacionado con la ansiedad competitiva [12,13].

Un alto nivel de autoeficacia percibida reduce las posibilidades de que un atleta participe en un comportamiento de auto deficiencia, es decir, encontrar de antemano una razón para el bajo rendimiento.

Se pueden utilizar estrategias de afrontamiento de la ansiedad competitiva para aceptarla como un elemento activador pero no destructor. Por ejemplo, la propia exposición a la competición, el desarrollo del locus de control interno, la práctica de mindfulness, el autodiálogo positivo o el efecto Pigmalión procedente del entrenador son algunas de ellas que pretender potenciar un alto nivel de autoeficacia percibida por parte del deportista.

Bibliografía y referencias.

  1. Mitić, P., Nedeljković, J., Bojanić, Ž., Franceško, M., Milovanović, I., Bianco, A., & Drid, P. (2021). Differences in the psychological profiles of elite and non-elite athletes. Frontiers in Psychology12, 769.
  2. Fournier, G., & Jeanrie, C. (2003). Locus of control: Back to basics. In S. J. Lopez & C. R. Snyder (Eds.), Positive psychological assessment: A handbook of models and measures (pp. 139–154). American Psychological Association.
  3. Mojena, G. M., & Ucha, F. E. G. (2002). Burnout, locus de control y deportistas de alto rendimiento. Cuadernos de psicología del deporte2(2).
  4. Oros, L. (2005). Locus de control: Evolución de su concepto y operacionalización. Revista de psicología, 14(1), 89.
  5. Mosing, M. A., Pedersen, N. L., Cesarini, D., Johannesson, M., Magnusson, P. K., Nakamura, J., … & Ullén, F. (2012). Genetic and environmental influences on the relationship between flow proneness, locus of control and behavioral inhibition. Plos one7(11), e47958.
  6. Ntoumanis, N., & Jones, G. (1998). Interpretation of competitive trait anxiety symptoms as a function of locus of control beliefs. International Journal of Sport Psychology, 29, 99-114.
  7. Mellalieu, S. D., Hanton, S., & Fletcher, D. (2009). A competitive anxiety review: Recent directions in sport psychology research. New York, NY, USA: Nova Science Publishers.
  8. Brophy, J. E. (1983). Research on the self-fulfilling prophecy and teacher expectations. Journal of educational psychology, 75(5), 631.
  9. Miguel-Tobal, J. J. (1996). La ansiedad. Madrid: Santillana.
  10. Márquez, S. (2006). Estrategias de afrontamiento del estrés en el ámbito deportivo: fundamentos teóricos e instrumentos de evaluación. International Journal of Clinical and Health Psychology6(2), 359-378.
  11. Bandura, A. (1999). Social cognitive theory of personality. Handbook of personality2, 154-96.
  12. Wittig, A. F., Duncan, S. L., & Schurr, K. T. (1987). The relationship of gender, gender-role endorsement and perceived physical self-efficacy to sport competition anxiety. Journal of sport behavior10(4), 192.
  13. Feltz, D. L., Short, S. E., & Sullivan, P. J. (2008). Self-efficacy in sport. Human Kinetics.